En mi adolescencia comencé a practicar montañismo y escalada, lo cual me hacía conectar de una manera armoniosa y respetuosa con la naturaleza. Contemplar la majestuosidad imponente que podía observar desde los casi 5.000 metros sobre el nivel del mar, era uno de los más preciados momentos que me podía regalar; aquel intercambio entre un profundo silencio y el sonido del viento, las sensaciones corporales causadas por el frio intenso de la brisa que rozaba mi rostro, pensamientos que iban y venían con total naturalidad. Ser y estar consciente sobre aquellas rocas me llenaba de toda la paz que podía desear.
Con el paso del tiempo siempre he procurado mantener un estilo de vida muy tranquilo, lo que seguramente me llevó a establecer una conexión más directa con el yoga y la meditación hace poco más de 6 años, y así he podido aprender y profundizar más en su maravillosa filosofía, así como en las técnicas que se pueden aplicar para volver a nuestro centro cada vez que lo necesitemos.
En este camino de constante aprendizaje incluso decidí certificarme en meditación para conocer más herramientas que me permitan mejorar y, a su vez, compartir las técnicas que puedan ayudar a otras personas en sus procesos de vida para encontrar la divinidad que hay en cada uno de nosotros, en la realización del ser.
Rafael Eduardo Rodríguez González
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